24 de mayo de 2011

Caen las estrellas.

Y se detiene por un segundo tras el amanecer, la brisa parece acariciar sus manos unidas, en un compás de cien notas por segundo, se puede oír hasta el latir fuerte de dos corazones. Las palabras se entrecortan, se traban, enmudecen, callan y las miradas se chocan, tiemblan. Respiran más fuerte como si algo quisiera escapar de sus corazones. El tacto se hace sensible a los pensamientos. Tan despacio como la carrera de un caracol o el silbar de un gato dormido. Pero no hay vuelta atrás. La magia del momento, la sensualidad de un cabello rizado, la mirada de un loco enamorado. La desnudo con solo mirarla, se detuvo por un segundo el tiempo, uniéndose en un beso eterno, en una caricia sin fin, botón a botón la recorrió. A cada suspiro decía un solo motivo por el que la quería, y ella a cada segundo le abrazaba más fuerte, con la fuerza de quien no se quiere marchar nunca. Pasaron tres mariposas, tres aullidos de lobo. Enmudecieron las palabras, se callaron las miradas, se escucho el latir de dos corazones que caminan juntos a la par; y cae la noche, y cae la ropa, y caen las estrellas.

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