14 de marzo de 2012

Sin dirección.

Nunca olvidara el tacto de sus dedos tan frágiles como un diente de león, 
nunca podrá olvidar el color naranja de aquella bala sin dirección. 
Ni siquiera había certeza, no había dolor, ni lágrimas, acto reflejo. Matar.
No se arrepiente de ningún segundo de aquella decisión, 
pero si de todas las milésimas de segundo del error.
Nunca olvidara esos ojos que nunca quiso mirar, 
ni ese balbuceo que socorrió con piedras al corazón.
Nunca podrá olvidar aquel domingo sentada al rojo vivo.
Fuerza de choque, cuando despertó y sin ser consciente, confesó.
Y de pronto algo se revolvió, sin saber que podría ser, casi lloró.
Miedo, se asusto.
Y como una oleada de hechos, los recuerdos iban golpeando.
Poco a poco, se sintió como una guerrillera desarmada, 
como un payaso sin sonrisa, se sintió monja en un burdel.
Sin saber que hacer, decir, pensar. Miles de imágenes bordeaban la locura.
Nunca olvidará el color naranja de aquella bala sin dirección, 
y aún hoy, algo más de un año después, la cabeza le gira 180º 
pensando en lo que fue, en lo que pudo, y por suerte no fue.
Pero jamás podrá olvidar aquella bala sin dirección.

marzo

Palabras entrelazas con vinagre y salsa agría
sabor del ayer, consejo que dañan al corazón.
Ojos con recelo, distancia ahogada en un mar de lágrimas,
antes de colgar hay veces que aturden.
Antes de colgar no se oye ni el eco de un te quiero,
antes de colgar hay un adiós tan vacío como una nube.
Se esfuma, se desvanece, se perdona, hasta el siguiente.

10 de marzo de 2012

Madrid, España, el Mundo llora.

Madrid se tiñe entera de humo, y España se sume en un silencio espeso. Un minuto que cambia miles de vidas, una decisión que acaba con miles de vida, un acto suicida que termina con el cuento de personas, gente, humanos, seres vivos. Mujeres luchadoras que iban a trabajar, hombres de corbata, niños que iban a aprender la lección, peluqueros, y camareros, estudiantes de ilusiones, mujeres morenas, rubias, pelirojas, de pelo liso, rizado, hombres altos, y bajos. Niños con sueños y niños despiertos, ancianos de la guerra, ancianos jóvenes. De izquierdas, de derechas, del centro. De fútbol, de baloncesto. Buenos, malos, gordos y flacos. Guapos y feos. Simpáticos, astutos, inteligentes, o risueños. ¿Qué más da? Sus vidas quedaron atrapadas para siempre en el humo de un tren, en el fuego de un mal sueño. En el capricho de un terrorista. Madrid, España, el mundo entero se torna a lágrima, pérdida de su gente, pérdida de seres queridos, y el dolor de madres, padres, hijos, esposas, abuelos, de familias, y amigos destrozados. Porque se quedan, porque ellos no subieron, algunos sobreviven...Algunos dan gracias a Dios, a Alá, a Yavhé, a Buda, porque esa mañana las sábanas se quedaron pegadas. Quien sabe, nadie dio respuestas, nadie aclaro, nadie dio ni venganza ni mucho menos castigo. Almas que quedaron atrapadas en una pesadilla de dos carriles. Madrid, España, el mundo en llamas. Se tiñe de dolor, y pasaran los años, y el vacío de este día dejará miles de bocas secas, miles de sin palabras. Qué no caiga en el olvido, que no olvidemos tal día como hoy, en el 2004 como miles de vides se quedaron en cenizas por el capricho de unos malnacidos. Repito, malnacidos. Madrid, España, el Mundo llora lágrimas de sueños, y vidas trucadas. Repito, malnacidos.

Caídas y subidas de su mano, si.

Cuando duele respirar las agujas del alma se paran. Puedes subir todo lo que quieras el volumen de los latidos de tu corazón, puedes delinear tus labios, y llamarte guapa. Puedes hacer una lista de esas cosas que te hacen única, pero cuando eres una persona bohemia, débil, cuando no sabes ver lo que eres, cuando eres un poeta fuerte con alma suicida. La lista siempre será mayor en el polo negativo. Es entonces cuando caes frente el espejo, tus miedos se desploman lágrima a lágrima. De oscuro se tiñe tu sonrisa, y las ganas de luchar se marchan corriendo, la esperanza se ahoga en un vaso de ginebra. Tira de la cadena, no hay un mañana sin una tarde atroz. Ley de vida es hundirse al menos dos veces cada diez. No nací bajo estrellas, tampoco dormí en seda, y mi alma descansaba en piedras. Fui infantil seductora, y aprendí demasiado rápido que la vida se nos escapa de las manos, sin que podamos hacer nada. Aprendí demasiado tarde que el esfuerzo no cae del cielo, y que la responsabilidad no es algo negativo, que las locuras tienen límite. Y creía que estaba bien, cuando caía en picado, viví de los restos de amor de una familia que siempre esperaba más de mí. Deseo darles lo que me piden, y ahora exijo a mi alma que se multiplique. Qué ame, que sea feliz. Y me hablan de talla diez, de brillantes futuros, de inteligencia, de años de maduración, me hablan de cuerpo de escándalo. De perfección. Esa es la palabra, me hablan de perfección, listón por las nubes. Y mírame, siento debilidad, inferioridad, siento que he de alcanzar una meta que no está a mi alcance. Expuesta a una critica constante. Allí está mi ángel de la guarda, me llama bonita hasta cuando acabo de abrir los ojos al día. Y en el mismo instante en que mi autoestima roza las alfombras de mi alma, en el mismo segundo que cae la balanza hacía el pesimismo, él le da un golpe seco a mi día a día. Y frente al espejo, puedo gritar que soy quien soy, errores a la espalda, aciertos. Y es que nos pasamos la vida pensado en lo que podíamos a ver sido, en lo que podemos cambiar, cuando el secreto está aceptar lo que somos, pasado, presente y futuro. Y aferrarnos a eso que nos hace fuerte, y es que él es mi pilar, un pilar sobre el que sostengo mi vida, sobre el que estoy construyendo una historia. Él es quien me vio preciosa al despertar, quien me llama guapa tras una larga noche de fiesta, quien me acaricia cuando tengo frío. Quien compró mi corazón que estaba a pedacitos. Quien lucho, pujo por mí. Quien me entendido sin escucharme, y cuando hable, lloró conmigo. No soy una mujer de esas que llaman volcán, no soy una arpía de tacones, y sonrisa malva, no soy una mujer que lleva las riendas de la relación, se me cayeron los pantalones, y perdí la confianza en mí misma. Soy una mujer de esas que quiere más, pero cuida lo que tiene, una mujer de esas que ama, que ríe, que llora, que lucha por un mundo mejor. Una mujer de esas que espera al final de la jornada para regalar un suspiro en gemido en mitad de la noche. Y viviré por y para él, porque él vive y siento que vivirá para que mi sonrisa nunca se esfume. Puedo sentirme miserable, inferior, y fea. Pero él dará un golpe seco a mis lágrimas, besando cada defectos, queriendo cada errata de mi alma. Y así es como me enamoré de él, porque me enseñó a verme desnuda, me enseño a quererme. Y por muchos días de lágrimas frente al espejo, habrá muchos más de su lado, comiéndonos el mundo. Bocado a bocado.