28 de diciembre de 2015

Otros 800 para ir y volver.

A 800 mi alma se rompe y se deshace en mil caricias.
A 800 mi piel entra en ebullición, mi piel se sonroja si piensa a 800.
Me vuelvo loca, me tiro por las escaleras, me revuelco por el suelo.

Me sueño, me imagino, me dibujo, me divierto...a 800 te cuento mil cuentos.
A 800 te sueño, te imagino, te dibujo, te divierto. A 800 me cuento mil cuentos.

Y tú tan yo, y yo tan tú. Y lo imposible en mi cabeza, y mi corazón a 800.
Fugaz, distraída, perdida en la cordura. No busco razones, no encuentro motivos.
Se puede oír, a 800 latidos de aquí, a 800 pasos de aquí, se puede sentir.

Disfruto, saboreo, después de tanto tiempo, imaginando cada línea de tu cuerpo,
cada poro de piel, tu voz, tu sonrisa, tus dudas, tus abrazos. Y esta locura.

A 800 suspiros, 800 de todo, 800 de nada.

...y esta locura a 800 pasos de la cordura, y este sentir a 800 besos para enloquecer.




Cien

Como un disparo directo al fondo de tu capacidad, una avería en tu fuerza, un bache que te hace saltar por los aires. Y caes al suelo abatido por las balas, escupes suspiros y sollozos mientras intentas volver a poner en pie. A veces necesitamos cien segundos más en el suelo para llorar derrotados, cansados y abatidos por las flechas de lo imposible. Nunca sabes cual es tu límite hasta que no tropiezas contigo mismo, una versión de ti más débil, que viste ojeras y sólo bebe café. De ti depende, agarrarte de tus sueños y metas, y volver a respirar...O quedarte tendido en el suelo, tendido en el cansancio ahogándote en imposibles, en sueños rotos, en realidades.

En esos cien segundos más, podrás ver hasta donde has llegado y recordar lo que ya has pasado, y aunque el bache te haga saltar por los aires, y caigas derrotado llorando mares de imposibles, sabes que el salto será aún más fuerte que el agujero que hizo la bala de la derrota.

Y saltarás, saltarás a lo más grande, hacía una versión de ti mismo que no anda, corre. Que no lucha, vence. Que no se rinde, que se levanta siempre de la caída.
Una versión de ti mismo, que te empujará a vivir lo mejor de tu vida, a soñar, equivocarte y no temer ni a las caídas, ni a las balas.
Una versión de ti mismo que te empujará a vivir cada segundo como si fuese el último.
Porque esta vida sabemos cuando empieza pero no cuando acaba.

Quédate cien segundos más derrotado si quieres, pero después coge impulso para volar cien metros más alto que la caída. ¡Siempre alto! ¡Siempre alto!

12 de diciembre de 2015

Ruina.

Detendría el tiempo con una mirada, y pasaría las horas rápido.
Y calada a calada, a mi alma le respiro. Tu mirada, ¡mi ruina!
Cuando acaricia los versos que quiero oír, y los oigo, se va cogiendo carrerilla.
Y viene, y se va. Pero no se aleja. No eres para mi, no soy para ti. 
Vuelves, atrapas, y tiras al vacío otra calada. La mente en blanco, la mente en verde.
No te sigo, no te espero, y no me devuelves mi vida ni nada. 
Según vas, vienes, y te vuelves.
Lo que me das, se vuelve contigo, la caricia, tu mirada, ¡mi ruina!
Qué suerte de nada, que nada de suerte. 
Tu ruina, mi mirada. Mi mirada, tu ruina. 



22 de noviembre de 2015

A 800 pasos de la locura.

Se empaña, se retuerce y se acumulan las últimas notas de su voz. 
Se escucha la cascara romper, un bostezo de bienvenida al nuevo día, al nuevo drama. 
Un café solo, sin azúcar, ni sudor. 

Una silla en una esquina, un rayo de sol despistado en el último momento del día, que se confunde con la luna. Y tímida, y sonriente, la luna juega en el reflejo del río, y ahoga su risa en el fondo. 
Y allí pescan, un o dos almas que ya no duelen, ni queman, ni sienten ni padecen. Ni ríen, ni lloran. Solo pescan, pescan momentos, recuerdos que caen ahogados en gritos de silencio, tomando café solo, sin azúcar, ni sudor. 

Una nota destaca, va más lento, va más rápido, y gira, y vuelve a girar, y se vuelve, y coge carrerilla. Y regresa, y sabe nadar, y toma café con leche. Y ya no pesca, y la luna es testigo de tal historia. 

De un ave fénix que es dueño de su risa, de su dolor, de su frío y de su calor. 
Un alma que se enlace con otro, que se besan, que se confunden en el fondo del río, donde la luna ya no tímida habla, habla de una historia prohibida, de una historia de amor. 

Una nota discorde, una lágrima no tan suicida, valiente. Una nota discorde. 
Se empaña, se retuerce, y vuelve, y grita. Siente el frío de la soledad, y le gusta. 
Siente su voz perderse en los versos de su alma, su alma enredada en otro, su alma enamorada. 
Enamorada de la vida, de los sueños, su alma enamorada. Se besa, se duerme, se sonríe. 
Siente el calor de otras manos, siente los ojos, las miradas, y ya no le aplasta el miedo, ya no llora en silencio. Ni se refugia en la espuma de la cerveza, sale detrás de la luna, de la luna que ya no es tímida, de la luna que habla de historias en el fondo del río.

Del río que baña nuestro sentido, nuestros miedos, nuestras ilusiones, que une distancias y separa. 
Donde pescan las almas, y se encuentran las almas, se enredan, se besan. 

Las almas que se retuercen, que saltan, que giran, que vuelven, que se van, que regresan. Las almas que sienten, calor y frío, el miedo, la alegría, las almas que bailan con la euforia, que pasean con otras almas. Almas que toman café con leche, con azúcar, y gimen en un sillón de terciopelo. Almas libres, que lloran, es un alma que grita, que siente, que vuelve a respirar, que habla, que habla de ayer. 

Se retuerce, se gira, se respira, se entumecen todos los huesos de mi cuerpo. Se duermen mis sentidos, se agotan mis sueños, mi alma gira, mi alma llora, mi alma grita. Y yo, yo tomo café con leche, con azúcar y anís. Me retuerce entre sueños, me ahogo en el río, hablo con la luna. 

Alcanzo tus manos, y las pierdo. Alcanzo mi alma, y me saca ventaja. Alcanzo mis sueños, y aparecen nuevos. Alcanzo mi corazón, y me golpea para salir corriendo. Alcanzó tus manos, cuando mi alma duerme, cuando mi corazón se para. Y sueño, y escribo las historias de la luna. 

Y entre tanto, tú tan tú, yo tan yo. Y entre tanto, tu manos a 800 pasos de las mías. 
Y entre tanto, tan torpe, tan bruta, tan yo. Siempre, sin entender. Sin conocer, sin más explicación.
Suspirando gemidos, suspirados prosas sin sentidos. Suspirando alegaciones al juicio de mi cordura. Suspirando amores de ayer, amores de ficción. Y entre tanto, el alma se besa, se abraza con la soledad, y le gusta. Y le gusta el frío, le gusta. Porque siente, porque sufre. Porque mis manos también están frías, porque mi alma está fría. A 800 pasos, el alma se duerme, se besa, se abraza, se abraza mi alma a tus manos. A 800 pasos, a 800 ilusiones, a 800 dudas, 800 de todo, y 800 de nada. 

Se retuerce, se entumecen mis huesos, mis músculos, hasta mi sonrisa. A 800 besos, te espero en el fondo del río, que sale la luna tímida, que habla de historias de amor, de amor prohibido, A 800 latidos te espero, a que nuestras almas se besen, se encuentren, se enreden, se hagan una. Y tomen café con leche, con azúcar, con gemidos y anís. 

A 800 pasos de la locura. 






20 de noviembre de 2015

Sin culpa de ser libre.

Allí sentada en un sofá, dejando caer su alma sobre el paso del cuerpo, dejando vacía la botella del que dirán, de los años, y las historias que parecían eternas. Allí se bebió de un trago el miedo, y disparando al centro del dolor, dejó la culpa, dejó las preguntas a un lado, y se quiso. Se quiso de lleno, se quiso libre. Puntos suspensivos, ametralladoras y bailes rotos, las preguntas, las sentencias del que no entiende, pero cree saber, aquellos virales científicos que saben perfectamente acerca de tu torpe pensamiento. Copas de vino desparramadas, muchos litros de lágrimas, y ni los  gritos conseguían calmar la rabia, no hay palabras para hacerte entender cuando tampoco lo quieres.

¿Qué le dices al mundo cuando no tienes nada que decir? Nada. 

Y por primera vez en tu vida, no tienes nada que decir, no tienes nada que defender. No quieres ni luchar, ni oír, ni ver, ni sentir. Me quise, me quise libre. Y me quise abrazar a una dulce y fría soledad. Me quise, me escuché, y tragándome la botella del que dirán, de los años, y las historias que parecían eternas. Olvidándome de lo que amé, de lo que creí amar, y enterrando las preguntas soporté las ametralladoras, esos dedos que te señalan, que te cuelgan de la culpa, y que parecen entenderte mejor que tú mismo. 

Supe manejar el barco, a pesar de estar haciendo aguas, supe navegar en tormenta, sin mirar hacia atrás, sin dar tregua. Y llegue, llegue a una playa desierta, no había ni copas derramadas, ni lágrimas secas, ni miradas. Y llegue, y me quise, libre, me quise libre. 
Y esperé, y veía como las olas querían romper mi calma, y esperé a que el mar se calmará pero notaba como me quería echar manos al cuello. Lanzaba desde el cielo culpas, amenazas, a veces llegaban cerca de la playa, pero podría correr por el bosque, buscando cobijo en la espuma de la cerveza, y esperar a que el mar cesara. Las olas altas, bajas, grandes, frías querían empapar mis recuerdos, querían que odiará una parte de mi, querían que enloqueciera mi alma. Aguanté bajo la copa de un roble, y de roble hice mi corazón. 

No tengo nada, ni copas derramadas, ni sonrisa forzada. No tengo nada, ni culpa, ni desazón, no tengo nada, tan solo el frío y dulce tacto de la soledad. No tengo más que sus tangos, sus frías manos, y el cobijo de la espuma de la cerveza. 

No tengo más, y me quiero, me quiero libre. 

Libre, siempre libre. Sin culpa de ser feliz, sin culpa de ser libre. 

23 de octubre de 2015

Soledad cálida y rara.

Después de la resaca del huracán, después de la resaca de la falta de tiempo para ni poder respirar.

Después llega la calma y me abrazó en verdad a una cálida y rara soledad, y debo empezar de cero, y como un canto al alba debo saborear todo aquello cuanto olvide de mi misma.

Deje olvidadas las caricias, las pensamientos en blanco, deje olvidada en un roca donde choca y empapa el mar, todas mis ilusiones, todos mis miedos y me entregue a un vacío lleno.

Me abrazó, me duermo, me entretengo contando los pasos que doy, me miro en el espejo, enmudezco. Me atormento, pero bailo despacio, sin prisa, sin un plan. Ya no trazo una meta, ya no mezo en calma, ya no respiro, no me suministran, no dependo. He cortado los lazos, y estoy por encima de mis sueños, no reacciono ante el olvido, no reacciono ante el hambre, ni la sed.

Como si hubiesen cogido mi alma, la hubieran zarandeado, como si hubieran tirado mi corazón al fondo de un río, y la corriente de mis lágrimas lo hubiese perdido.

Después de tantos lustro a la sombra, tanto querer borracho, tanto creer y no saber.

Y yo que me creía invencible, yo creía mi vida resuelta, yo que creía. Yo que creía de piedra lo que sentía, yo que creía de mármol mi corazón. Estalla, de pronto explota, hasta la piedra de mármol frío, se rompe contra el muro, un tiempo de oscuridad, ahogo y no saber nadar, no saber ni respirar, olvidé hasta andar, olvidé hasta los pasos que había ya contado. Estalla tu vida, tu voz, tu cuerpo. Estalla tu ilusión, tu resaca de amor, estalla tu corazón.

Abrazo la soledad, cálida y rara soledad, le invito a una copa de absenta, y brindamos por el tiempo que nos queda, por las conversaciones, y las lágrimas, por la compañía, por las noches de despedidas, de besos y orgasmos suicidas, por las caricias que olvide, por los sueños que enterré, brindamos por el tiempo, abrazo la soledad, cálida y rara soledad, que me abraza también, al final del día, siempre atenta a mis pasos,

Me rompí, y me pegue con trocitos de cola, me caí y me levanté con bastones de hierro, me deshice para volverme a hacer. Para recordar quien soy, ya no me suministran droga, ya no dependo, ahora solo quedamos yo, y esta soledad, esta soledad cálida y rara. Me miro en el espejo, me entretengo contando mis pasos, y vuelvo por donde he venido para no perderme ni un segundo de la vida.

Después de la resaca, después del huracán, después de señalar a los buenos, a los malos. Después, después sólo yo, abrazando mi soledad, mis caricias, mis miradas. Recordando lo que deje tirado en la playa, en la roca chocándose con el mar. Después solo yo, dando un paso al frente, con bandera, con puño, y con mis ideas. Después solo yo, mis errores, mis aciertos.

No debemos tomar las decisiones más importantes de nuestra vida, valorando los daños colaterales, en una historia tan desalentadora como es el amor, solo hay un superviviente que aguanta. Antes de querer, de amar a otra persona, has de quererte y amarte, y ser feliz tú mismo, si no te quieres a ti mismo, probablemente te ahogarás sabiendo nadar, y morirás con una sonrisa a medias, dando migajas de una historia, dando de ti, una parte, lo que no te importa perder.

Después de la resaca, estoy sola, en una cálida y rara soledad.

No tengo miedo, no temo a la soledad, bailo, y aprendo de cero. A buscarme, muy dentro, dentro.

3 de octubre de 2015

Aguantamos.

Aguantamos su aprobación, sus consejos y manuales para ser verdaderas señoritas.
Aguantamos los tópicos, aguantamos las jornadas reducidas, las custodias compartidas, aguantamos los chistes machistas, las fregonas y las tareas de casa.
Aguantamos a cuatro patas cuando no queremos.
Aguantamos el que dirán, los escotes y las faldas demasiado cortas.
Aguantamos sus flores, sus palizas, aguantamos sus celos, aguantamos hasta vivir en una jaula.
Pero también aguantamos el dolor, el hacer las maletas, aguantamos las criticas, la huida.
Aguantamos los corsés, los tacones, las miradas.
A el patriarcado y sus mil maneras de quedar siempre por encima.
Aguantamos ser brujas feministas, ser insoportables, aguantamos con el puño en alto y gritando a la libertad.
Aguantamos que decidan por nosotras, que nos obliguen a ser madres.
Aguantamos ser superheroinas.
Aguantamos, siempre en pie.
Aguantamos la violencia, lo que no se ve.
 Aguantamos, aguantamos hasta que un día nos vamos. Porque también aguantamos ganar la batalla a la violencia. Que violencia, no solo es pegar. Basta con atar, manipular, chantajear, abrumar, humillar, desconfiar, Basta con obligar.

Aguantamos, aguantamos para conseguir la libertad.

27 de septiembre de 2015

Hace 19 horas.

Para olerte, para sentirte, para acariciarte, recoger mi corazón al salir de aquí.
Atar la coherencia al terminar, y cerrar los ojos para olvidar cada rasgo de sus ojos, mar.
Y volver a empezar un cuento de princesas guerreras.
El saber que se quiere,
sin que se pueda.
El querer correr despacio,
el querer frenar y acelerar.
Para tenerte, para amarte en una noche de cerveza, en historias de amores comunistas, de guerreros sedientos de justicia, libertad y orgasmos suicidas.
Para abrazarte, para olvidarme de la guerra, para engañarme.
El querer más,
haciendo menos.
Y el latir lento de un corazón estropeado.
El compromiso de nada serio,
el nada serio de mentira.
Lo cobarde, lo distante, lo fría que suenan ya las heridas.

El corazón, se muere.

El corazón siente,
se estremece,
se para,
se agota,
se cansa.
Se ahoga.
Se agita,
se desemboca,
se muere.
No podemos elegir, no somos dueños de nuestros sueños, no somos los destinatarios de ningún cuento feliz.
Y le diría gracias, gracias por hacer revivir, por un último aliento de un soldado abatido, por devolver la calma a mi sonrisa.
Y me gustaría, me aferro al recuerdo, a los ojos discutiendo, a las miradas prohibidas, a las manos dormidas. Sabiendo que algo está mal, en un baila de la razón con el corazón.
En este mundo, por salón, que gira, que gira siempre y deja todo del revés.

Un bostezo del alma.

No elegimos los momentos de nuestra vida, ni podemos planificar cada paso o cada valor. Funcionamos por impulsos, por sentimientos y por miradas. 
He pasado mi corta y estúpida vida intentando planificar y controlar cada segundo de felicidad, de ilusión. Pero de pronto, aprendes que la vida no es control, ni saber estar, tampoco es comportarse, ni mucho menos, quedar bien. 
Que no es egoísta intentar sentirte bien, y hacer lo que te salga del corazón, hacer lo que te hace temblar, lo que te llena el alma. 
Muchos no entenderán, les parecerá una chorrada, una perdida de tiempo, pero llegara el momento en que hagas oídos sordos al parecer, a lo que debes ser, hacer y decir. 
Y empezaras a seguir tu destino, tu intuición. Sin preguntar, sin pedir opiniones. Seguir tu camino, luchar por lo que crees, en lo que crees. 

Y conseguir tus sueños, por muy lejos que parezcan.

Carta a la libertad.

No se cantar, tampoco dibujar. A veces no se ni andar, ni hablar. Pero atrapo la rabia, el dolor, la felicidad y la soledad a la perfección en versos dobles donde el alma sale a flote, ahogada por dentro, rota y mutilada.
Vuelvo a sentir el abismo bajo mis pies, vuelvo a sentir el aliento de un soldado abatido, vuelvo a sentir el dolor de un pueblo arruinado, vuelvo a llorar, rompiendo nudillos en muros derruidos. Vuelvo a sentirme implacable, fuerte y libre, libre para equivocarme, para luchar, para correr delante.
El abismo quema, quema tanto que tengo frío, frío. Puedo tiritar, solo estoy entrando en calor, cogiendo carrerilla para saltar del acantilado, suicidando lágrimas para volver a empezar.
Quizás no sepa cantar, ni bailar, a veces ni hablar, quizás me vuelva muda, sea torpe y loca. No sigo las pautas, no sigo la melodía de la sociedad. Aprendo, y si algo me da miedo, me acerco. Si huyo, será para volver con calma, calma me falta la calma.
No quiero príncipes azules ni caballeros que me cuiden, quiero un guerrero, un soldado que luche a mi lado. Quiero que desde el suelo, me lance al cielo con solo rozarme.
Sueños, tengo sueños. No son utopías, hago y haré y encamino mi vida para luchar, tirar piedras, tirar con amor gritos al alba, alzar mi puño al aire, pelo en moño y todas unidas.
La resaca de la guerra, de la revolución, la resaca del pasado que pesa, y lo siento, que te quise, te querré pero he de marchar. Duele mucho, duele eterno. Pero mi corazón no soporta ni jaula ni desierto, ni sed ni sombra. Es un duende en el fondo del parque, es un duende en un silencio.
Estoy a las puertas del infierno, en la trasera del cielo, el día de la purga salimos a rezar.

Pedazos del alma.

Desgajados. Los ojos secos, mudos, cerrados. 
El alma tirada, violada en el suelo, y un pedazo de cordura aún girando después de la tormenta. 
Ata, ata los pedazos de tu corazón, un nudo marinero. 
Y tatúate en el pecho cuantas veces mueras en silencio. 
En las puertas del infierno, en la trasera del cielo, bailando con muertos, jugando en el limbo. 
Ya caí, ya cerré hasta mañana. Y sacudiré los pedazos de mi alma, los sacudiré que sequen al sol. 
Perderme, en asfalto, en tormenta, en sueños, en orgasmos suicidas, perderme. 
No noto nada bajo mis pies, será que ya salte. Frío, quema, el abismo bajo mí.
 Coge carrerilla, he vuelto a morir

Ahogarla. Perdonarla.

Ni siento ni padezco. Me hundo, floto y me ahogo. 
Un viejo perro sin correa suelto por la ciudad, una gota de lluvia en agosto, y una hoja caída ya en invierno. 
Buscando de bar en bar, en cada rincón, en el fondo del absenta. En la espuma de la cerveza. 
Buscando en cada piedra, en heridas de desamor y manifestantes heridos. 
Buscando en ladridos, en maullidos. Una pelea de gatas. 
Buscando la paz mundial, un orgasmo suicida, la piedra filosofal. La vida eterna. 
Buscando la manera de callarla, de ahogarla, de perdonarla. En un acto terrorista, mis ganas de volar