16 de abril de 2016

Acostumbrarme el ruido de tu respirar.

Ya me había acostumbrado a la soledad de mis sábanas, a quererme a mí misma y en las noches más frías acariciarme como recuerdo del amor propio.

De piedra andaba tallando mi corazón, un metro y medio de muro para protegerme del mal temporal que asola en los días que vienen y van, y así sellaría mi sentir. No querría más lágrimas, ni ahogos ni tequilas en las barras del bar, ni besos desconsolados agrios y marchitos de esperanza y razón.
De piedra andaba tallando mi corazón cuando la sorpresa de dormir en tu pecho me dejo sin pico ni cemento, me dejo desnuda al sentir. Algo más que las migas de una noche de cerveza y tequila, llegó a mi corazón la primavera sin ser llamada, alterando alegre y primero tímida.

Se picó mi alma y aún con los últimos trozos de mármol en mi palma creí, y creo que puedo bailar junto a ti en alguna danza macabra para justificar que tengo el corazón contento y revoltosos, que no hay más justificación que la risa loca que provoca a mi cuerpo, tu presencia. Reír, y otra vez reír.

Entre las sábanas ahora tan vacías, echo de menos tus caricias, las rutas que imaginan tus manos sobre mis curvas, la suavidad de tus besos por mi cuerpo cuando acaricias hasta el último centímetro de mi alma. Echo de menos las miradas, los suspiros y las sonrisas atragantadas en mitad de un beso. Las ganas siempre de más, que una parte de mi se va cada vez que separamos nuestros labios para soñar con la próxima vez.

Podría acostumbrarme a los lienzos que pintas con tus caricias sobre mi, sobre mi sentir. A los abrazos en mitad de las noches, ni frías ni cálidas, que ni el viento corre entre nuestros cuerpos. Podría acostumbrarme a ti y lo que provocas, un millón de pulsaciones por segundo, un montón de golpes en el corazón, golpes de aire que lo inflan de ganas y de promesas sensatas. Como las promesas de una locura bien planeada, como una tormenta deseada, como una partida sin directriz segura. Podría acostumbrada a la guerra que declara tu mirada, a la espuma que tu corazón.

Hagamos el amor, que el follar está sobrevalorado. En casa y en la trinchera. En tiempo de paz y cuando declaren la guerra. Bajo las estrellas, bajo la pintura blanca de tu habitación, en el baño de cualquier hotel que será testigo de las ganas de ti. Hazme el amor, declara la guerra a mi alma.
Y después déjame quedarme para dormir sobre tus ideas, acariciar tus sueños, tus ambiciones, hablemos sobre la revolución. Déjame cargar los sacos de miedo y tirarlos al fondo del río.

Agarra mi mano, mis ganas de volar. ¿Y si bailamos fundidos en mi mismo beso, en un mismo puño, en una misma revolución, y si acabos bailando solos fundidos en una danza macabra? La danza de los martes, de los sábados. Moja mis labios en tequila, en orgasmos revolucionarios, en sonrisas presas.

Podría acostumbrarme la sencillez de este sentir, de la alegría de vivir. Al ruido de tu respirar. Al pulso de tu vida, al ritmo de tu cuerpo.

8 de abril de 2016

Se me antoja.

A mí los lunes ya no se me antojan tan largos y pesados, ni tan cortos y distraídos.
No se me antojan los días sin rumbo sin estrellas de las que colgarme.
Los lunes ya no se me antojan como un mal paso de quien no sabe bailar, como un error en una fórmula mágica, como la bala perdida. No se me antoja la vida tan perdida.

Armaré mi corazón por si estalla otra vez, pero el acantilado ya no da tanto miedo.
Pero saltaré, cerraré los ojos mientras veo la altura, y justo cuando se escape el alma, saltaré.

En este momento en que sostienes mis ganas de volar, cuando tus dedos recorren cada curva de mi cuerpo, cuando sostengo tu alma en un suspiro, al respirar de dos en dos, y que los latidos se acoplen en un orgasmo revolucionario, justo en ese momento los lunes no se me antojan tan largos ni malos, porque al día siguiente volveré a mirar dentro de tus ojos, volveré a caer en tu cuerpo.

En ese momento en que sostienes mis ilusiones en un pedazo de caricia, cuando giras dormido y desmontas mis promesas, cuando reinventas mis planes, en ese momento en que me duelen los mofletes de tanto reír - porque al cumplir los años se valora más la risa que las sonrisas, la risa más que las palabras, la risa por encima de la excitación, la risa como droga que me engañan a ti, y a tus ganas de vivir - en ese momento en que abrazo las vendas de mi corazón, que abrazo las cicatrices desnudas, y los besos rotos - tranquilo, no se puede romper un corazón que yace desgarrado por las debilidades del humano, por el mundo entero disparando dolor -.

Los lunes ya no se me antojan tan tontos, tan cansados, tan rotos. Porque al día siguiente volveré a abrazar tus ideas, comulgaré en tu sentir, en tu decir y hacer.
Quebraré mis ganas de piedra, romperé mis esquemas.

Quisiera una eternidad, una promesa de todo y nada, un beso en la trinchera. 
Quisiera una batalla mano a mano, un as de copas y absenta entre tus labios.
Quisiera un abrazo entre las sabanas rudas de la guerra.
Quisiera un fusil para matar mis dudas, mis miedos y dejar la libertad de la pasión.
Quisiera el misterio de lo que está por venir.
Quisiera que el corazón latiese acoplado a tu sudor.
Quisiera una revolución, una tempestad, una voz rota en la tormenta.
Quisiera entrelazar mi mano a la tuya y dispar un fusil.


Ponme miel en tus labios, y absenta en tu lengua.
Ponme risa en los martes, e ilusión en los lunes.
Ponme nada para todo.

Los lunes se antojan con aires de revolución. 
La revolución en tu cama, la revolución en mi cama. 


4 de abril de 2016

Suéltame, hazlo ya.

A veces te quiero gritar contándote todo lo que soy mientras agarro tus manos para que no puedas ni dejar de verme ni de oírme. Te quiero mostrar en qué me he convertido; por qué soy feliz y cuáles son mis inquietudes, por qué lloro algunas noches cuando cae el sol, qué hace que mi alma se encoja mientras cae el agua de la ducha. Me gustaría darte la mano y enseñarte mi mundo, qué hago, qué digo, qué pienso, qué sueño...

A veces siento tanta impotencia que me gustaría sacarte de mí, me gustaría entenderte - saber por qué es así, sentarte y preguntarte porque me has hecho así, si no te gusta nada de mí. - ¿Qué quieres más de mi? A veces sostendría tus manos, te hablaría de mis miedos, de mis penas, de mi. Te hablaría de mi. Dejaría a un lado la rabia y la desconfianza para abrirme, abrirme completamente a ti.
Y no sentirme culpable, ni atada, ni humillada, ni destrozada después. Me gustaría tomar café contigo y no tener miedo después, dejar qué la confianza y el respeto nos abrazaran

A veces... desearía decirte que tengo mucho miedo, que también me derrumbo, que a veces no sé si soy feliz, que a veces simplemente respiro y ando porque no requiere más esfuerzo que sobrevivir. 
A veces necesito de tus abrazos y me consuelo con la espuma de la cerveza que se adueña de mi conciencia, que suave rompe la necesidad de atención. 
A veces me gustaría quitarte la venda de los ojos, que me veas tal y como soy.
Hay noches desconsoladas que me abruma hasta respirar, hay noches tan solas que danzan con la luna en silencio. Hay noches tan largas que duran mil bostezos. 


Suelta la soga, me ahogas.
Suelta el que dirán, me humillas.
Suelta la vergüenza, me hundes.
Suelta la vara, me haces daño.
Suelta el miedo, me alejas. 
Suelta lo que quieras que sea, te haces daño.
Suelta las intenciones de hacerme cambiar, me agotas.


Suelta de querer controlar mi respiración, me matas. 

Suéltame, hazlo ya. 

1 de abril de 2016

Desvelo de una noche roja.

Un pie, después el otro. Después mi locura y ya la cordura.
La cordura de no pensar jamás en lo que viene después.
Apuesto mi corazón en una mesa de billar, empeño mi alma al diablo.
Y mi vida -  la vendo a nuestra revolución - cargo de flores mi fusil y disparo derrotas en notas afónicas. Escondo las ilusiones, las promesas en el fondo de la trinchera. ¿Y  si ganamos la guerra, y si abatidos nos fundimos en un solo puño, una sola lucha, muertos de miedo en un solo beso?

Te espero sentada en la barra de cualquier bar, te espero en el limite de mi mitad.
La mitad, esa que se perdió buscando miedos, son secuencias de otra vida que ya no parece mía.
Otra mitad, aquí te espero en esta otra, y qué tal si bailamos para perder la cabeza, en alguna danza macabra, en algún circuito agarrados perdemos la noción del tiempo, entre orgasmos de cerveza juremos nada, nada para todo.

Un pies tras otro, escondo la cabeza y sonrío. Miro hacía otro lado, hay una parte de mi que lucha por perder la guerra, mientras otra quiere perder la virginidad de tus palabras, de tu sentir, de mi vivir.

En una danza macabra, perdamos la cabeza, la locura y la certeza de que viene después.
No hay guerras, no hay trincheras, no hay promesas de nada, de nada que es todo.
Lo que digo, lo que escribo, lo que pienso, guardo y tiro al mar. Al mar de los miedos.

Un pies tras otro, y así comenzamos a bailar.