Parecía cansada de jugar entre perros y gatos, cansada de pasar la pelota, como si fuera el humo de un café. Y por la noche olvidar que estaba allí, porque su vida no era más que un teatro entre versos y versos. Parecía triste niña, harta de salir tímida entre las cortinas, y no dejarse llevar por la luz del espectáculo. Cansada de barrer los pedazos del alma que nadie quería. Y parecía harta de respirar.
Los fantasmas del pasado atormentaban su vida, los golpes hacían que miserable se sintiera, y ni un tequila hacía olvidar insultos envueltos en empujones. Y aunque la noche arropase aquella pesadilla, ella no era capaz de cerrar los ojos, pero la rabia y el dolor la devolvía sana y salva de nuevo, a la mañana siguiente dispuesta a comerse el mundo desde los bastidores.
No quedaba ya nada qué perder, tenía el tiempo a su favor, y la fortaleza de años de silencio. Y con una lágrima brindando por los años de peleas, y empuñando un escudo de oídos sordos, plantó cara al dragón que tantas veces la maltrató.
En ese mismo instante dejó ser la triste niña de diez años que se escondía tímida tras el telón, para ser la única protagonista de su vida, dejándose llevar por la luz del espectáculo.
Parecía cansada de los gritos, de las amenazas echas peores pesadillas, de la sangre derramada en cada discusión, aquello no era lo que merecía, ni merece nadie. Parecía una triste niña.
Se armó de valor refugiando el miedo, y el dolor en los versos que cubrían sus heridas, pintaba cada lágrima con negras sonrisas, y adornaba las mentiras con caídas.
Pasaron años entre batallas, y días de sol, refugiada en la rebeldía de un adolescente incapaz de hablar de sí misma, incapaz de brillar por sí misma, oculta entre el dolor chocante de su escudo de oídos sordos. Protagonista de una vida que no era la suya. Parecía rota por el error.
Y así pasaron los años, calmando a la bestia que llevaba dentro de sí misma, decolorando el dolor de su alma, enmudeciendo el rencor. Así pasaron los años de su adolescencia, hasta que comprendió, que el mundo no era una patada en el corazón. Y sacando todo el miedo y orgullo de ella misma, se hizo dueña de su vida, de su escenario.
Los años han pasado, y ahora dejó de ser aquella niña de mirada triste, para ser una mujer con el coraje de un león enfrentado, y cuando alguien ladra, grita bien fuerte, porque nadie más volverá a doblegar su alma de dulce corazón de primavera, porque el pasado quedo encerrado entre las cenizas de los golpes.
Ahora cuando lastima su valentía, se hace pequeña, oídos sordos al dolor, y los golpes con el tiempo desaparecen, ya no duele porque sabe que ella es más fuerte, y la ira y la rabia sirven para curarse las heridas nuevas, del pasado y emborronar las lágrimas que vendrán.
Ahora es distinto, hace más daño las voces, los gritos que las patadas, que los empujones, ahora duele más en el alma recordar cada momento en el que quiso morir que en verdad el moratón, que disimula con maquillaje, que las lágrimas secas de dolor.
Pero si de algo sirvió la tormenta, es para brillar ahora con luz propia, con sonrisa nítida, y ojos sinceros abiertos al corazón, aprender a luchar aunque llenen de piedras el camino, y digan lo que digan ser más fuerte que hasta el insulto más duro..