por la nunca sientes como se hiela hasta el última centímetro de tu alma.
Se aferra a tu corazón, haciendo trizas a tu fuerza, te tiemblan las piernas,
como la llama del fuego al viento, un vuelco al corazón.
Pierdes el apetito, y cada segundo se hace eterno, parece que el reloj ya no quiere avanzar.
Las horas pasan como mazos ante un cristal sin romper este absurdo silencio.
Cuentas días, crees que vas a volverte loco, y la realidad se te hace ridículamente torpe.
De pronto sus brazos te protege, crees que puedes comerte el mundo, y saborear
el universo, quiere permanecer allí las horas, pero el tiempo es caprichoso y ahora
avanza tan rápido como el lobo a su presa, como la lágrima al labio.
Y no te queda otra, cerrar los ojos y recordar con precisión el roce de sus labios,
el tacto de sus manos, y contar los latidos de su corazón.