No se me antojan los días sin rumbo sin estrellas de las que colgarme.
Los lunes ya no se me antojan como un mal paso de quien no sabe bailar, como un error en una fórmula mágica, como la bala perdida. No se me antoja la vida tan perdida.
Armaré mi corazón por si estalla otra vez, pero el acantilado ya no da tanto miedo.
Pero saltaré, cerraré los ojos mientras veo la altura, y justo cuando se escape el alma, saltaré.
En este momento en que sostienes mis ganas de volar, cuando tus dedos recorren cada curva de mi cuerpo, cuando sostengo tu alma en un suspiro, al respirar de dos en dos, y que los latidos se acoplen en un orgasmo revolucionario, justo en ese momento los lunes no se me antojan tan largos ni malos, porque al día siguiente volveré a mirar dentro de tus ojos, volveré a caer en tu cuerpo.
En ese momento en que sostienes mis ilusiones en un pedazo de caricia, cuando giras dormido y desmontas mis promesas, cuando reinventas mis planes, en ese momento en que me duelen los mofletes de tanto reír - porque al cumplir los años se valora más la risa que las sonrisas, la risa más que las palabras, la risa por encima de la excitación, la risa como droga que me engañan a ti, y a tus ganas de vivir - en ese momento en que abrazo las vendas de mi corazón, que abrazo las cicatrices desnudas, y los besos rotos - tranquilo, no se puede romper un corazón que yace desgarrado por las debilidades del humano, por el mundo entero disparando dolor -.
Los lunes ya no se me antojan tan tontos, tan cansados, tan rotos. Porque al día siguiente volveré a abrazar tus ideas, comulgaré en tu sentir, en tu decir y hacer.
Quebraré mis ganas de piedra, romperé mis esquemas.
Quisiera una eternidad, una promesa de todo y nada, un beso en la trinchera.
Quisiera una batalla mano a mano, un as de copas y absenta entre tus labios.
Quisiera un abrazo entre las sabanas rudas de la guerra.
Quisiera un fusil para matar mis dudas, mis miedos y dejar la libertad de la pasión.
Quisiera el misterio de lo que está por venir.
Quisiera que el corazón latiese acoplado a tu sudor.
Quisiera una revolución, una tempestad, una voz rota en la tormenta.
Quisiera entrelazar mi mano a la tuya y dispar un fusil.
Ponme miel en tus labios, y absenta en tu lengua.
Ponme risa en los martes, e ilusión en los lunes.
Ponme nada para todo.
Los lunes se antojan con aires de revolución.
La revolución en tu cama, la revolución en mi cama.
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