Como un disparo directo al fondo de tu capacidad, una avería en tu fuerza, un bache que te hace saltar por los aires. Y caes al suelo abatido por las balas, escupes suspiros y sollozos mientras intentas volver a poner en pie. A veces necesitamos cien segundos más en el suelo para llorar derrotados, cansados y abatidos por las flechas de lo imposible. Nunca sabes cual es tu límite hasta que no tropiezas contigo mismo, una versión de ti más débil, que viste ojeras y sólo bebe café. De ti depende, agarrarte de tus sueños y metas, y volver a respirar...O quedarte tendido en el suelo, tendido en el cansancio ahogándote en imposibles, en sueños rotos, en realidades.
En esos cien segundos más, podrás ver hasta donde has llegado y recordar lo que ya has pasado, y aunque el bache te haga saltar por los aires, y caigas derrotado llorando mares de imposibles, sabes que el salto será aún más fuerte que el agujero que hizo la bala de la derrota.
Y saltarás, saltarás a lo más grande, hacía una versión de ti mismo que no anda, corre. Que no lucha, vence. Que no se rinde, que se levanta siempre de la caída.
Una versión de ti mismo, que te empujará a vivir lo mejor de tu vida, a soñar, equivocarte y no temer ni a las caídas, ni a las balas.
Una versión de ti mismo que te empujará a vivir cada segundo como si fuese el último.
Porque esta vida sabemos cuando empieza pero no cuando acaba.
Quédate cien segundos más derrotado si quieres, pero después coge impulso para volar cien metros más alto que la caída. ¡Siempre alto! ¡Siempre alto!
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