14 de marzo de 2012

Sin dirección.

Nunca olvidara el tacto de sus dedos tan frágiles como un diente de león, 
nunca podrá olvidar el color naranja de aquella bala sin dirección. 
Ni siquiera había certeza, no había dolor, ni lágrimas, acto reflejo. Matar.
No se arrepiente de ningún segundo de aquella decisión, 
pero si de todas las milésimas de segundo del error.
Nunca olvidara esos ojos que nunca quiso mirar, 
ni ese balbuceo que socorrió con piedras al corazón.
Nunca podrá olvidar aquel domingo sentada al rojo vivo.
Fuerza de choque, cuando despertó y sin ser consciente, confesó.
Y de pronto algo se revolvió, sin saber que podría ser, casi lloró.
Miedo, se asusto.
Y como una oleada de hechos, los recuerdos iban golpeando.
Poco a poco, se sintió como una guerrillera desarmada, 
como un payaso sin sonrisa, se sintió monja en un burdel.
Sin saber que hacer, decir, pensar. Miles de imágenes bordeaban la locura.
Nunca olvidará el color naranja de aquella bala sin dirección, 
y aún hoy, algo más de un año después, la cabeza le gira 180º 
pensando en lo que fue, en lo que pudo, y por suerte no fue.
Pero jamás podrá olvidar aquella bala sin dirección.

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