Algo recorre sus venas, la envenena la cabeza con recuerdos, y se llama impaciencia.
Gira la cucharilla de su café una y otra vez, empieza a sentirse incómoda con tanta espera.
Y al final se levanta, mira las pilas del reloj, parece estar muerto, y los segundos pesados como una roca en el mar, y las palabras lentas como una paloma de guerra. Una morena espera, sentada en el sillón gris del fondo. Ni un milímetro de su cuerpo, porque el dolor le tiene sedado el corazón.
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