5 de diciembre de 2010

Poema en la noche de domingo.

Sólo se oía el gemir de los árboles
al balancearse en el último baile de fin de curso,
y como todo, todo acaba en un suspiro.
El último suspiro de un cansado corazón.
El último trago de una lágrima de amor.
La última nota de un concierto de rock,
el último gemir de una virgen de piedra.
Sólo se oía aquella noche un replicar
de notas de canciones de amor,
suspiros entre cortados y el chirriar de un loco corazón.
Aquella noche de domingo,
los gatos no maullaban,
los perros no ladraban.
Hasta los búhos dormitaban inquietos
entre el balancear de las ramas de los árboles.
El último grito de terror,
el último versos del poeta muerto,
la última caricia del amante...
Sólo se oía el latir de su corazón,
y el eco de las sordas palabras de aquel domingo.
Ni la última gota de café que derramó,
y aquel viaje en globo, ni el sueño de los trece años,
no se oía ni el caminar de los años.
El tiempo parecía tímido, y el reloj valiente,
osado de acabar con los años.
Sólo se oía el crujir de las lágrimas de las hadas,
y la risa del duende.
Aquella noche de domingo,
se escuchaba cantar al río,
y llorar al viento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario