26 de agosto de 2011

Una escalera al cielo.

Tengo los ojos cansados, la voz agrietada, se escapó una sonrisa, una lágrima se suicido.

Dicen que todas las fuerzas son pocas para subir una montaña, pero cuando la casa está sola, la sombra acecha el corazón, y el aire que respiras se torna a veneno.

Te escribo con tinta desde el alma seca, desde el sentir más profundo.

Tengo el corazón ya viejo, y el alma ya cansada, tengo miles de besos esperando el pistoletazo de salida, para inundarte.

Y es que no me hace falta que me arrolle un huracán, para sentirme pequeña. Basta con que tu me sueltes de la mano, y caiga del precipicio.

Dicen que cuando la casa está sola, las telarañas te atrapan y te habla la voz de tu conciencia. Cuando la casa está sola, soy inmune al dolor, los recuerdos se pasean libres rozando el límite de velocidad, y chocando directos a las heridas, que el tiempo no curó.

Y es cuando la casa está sola, te echo en falta más que al aire para vivir, porque cada segundo se me antoja egoísta. Sin ti, las sábanas no son de seda, más que duras y de piedras.

Tengo los ojos cerrados, he visto una sombra y tengo miedo, me tiembla hasta la voz. Y es cuando la casa está vacía, los fantasmas y golpes del pasado pasean a sus anchas, y intimidan con mi fuerza.

Y me gustaría comprar una escalera al cielo, para dejar allí arriba, mis miedo.

Una escalera al cielo, para perderme contigo, de vez en cuando, al país de Nunca Jamás.

Tengo cien cartas de amor escondidas, y son todas para ti.

Te escribo, abrazando cada fragmento de ti, porque aunque no te veo, te siento.

Tengo el corazón naciendo a tus pies, tengo las heridas sanando con tu voz, tengo mis miedo huyendo por tu calor.

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