He sabido crecer dentro de un frasco de cristal, sin más amor que el de un cuenta gotas, sin más odio que la tierra que empapaba mis ilusiones, y las raíces de mi filosofía se han criado junto a mis ganas de seguir creciendo, cuesta arriba, cielo arriba.
He sabido cubrir mi cuerpo con espina, con un muro de cemento igual, mi corazón, dejando varias ramas en las batallas a corazón descubierto, pero recuperándome como los soldados de una guerra. Y es que desde pequeña, he sabido esquivar las cálidas espadas del sol, los insultos directos al corazón, y los días de viento en el mar. He sabido huir, corriendo cuesta arriba de los golpes a mi frasco de cristal.
Y ahora que ya soy mayor, he sobrevivido, he resurgido de las cenizas, he sabido respirar bajo la tierra, echando agua a las heridas del sol. Y en mi ha crecido un flor, una hermosa flor, que a pesar de las espinas que protegen mi alma, no ha sido excusa para nacer una flor en mi interior. Una flor que descansa sobre mis ramas, que acaricia mis heridas, y atrae la felicidad.
A veces, me gusta recordar que ser un cactus, fue mi salvación, pero ahora que soy mayor, esa etapa de dolor, desesperación ya falleció, dejando en su vacío, una hermosa flor que escala hasta el cielo más alta.
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