Dos besos nada más, que separan del final.
La línea prohibida entre el limite de lo bueno y peor.
La lascivia con amor, y el lecho sucio de pasión.
Ansia y sed de tu sudor, de tu piel.
Pecado del ayer, espectáculo del futuro.
Hoy en día no hay sexo exquisito, ni amor puro.
Pero en mi vida, yo soñé.
Que un caballero errante cabalgaría mis deseos
y acariciaría mis defectos.
Enamorarse y sentirse.
Hubo un tiempo que entregue mi cuerpo al diablo,
encerrando mi corazón, verdugo de mis actos.
Y miraba mi rostro en el espejo, con ojos cerrados.
Avergonzándome de mi desdicha.
Y una luz arrastró mi alma a la salvación, puliendo pecados.
Y con amor, el caballero me desnudó.
Hizo trizas mi odio, lamió mis heridas...
Quedándose a mi lado, hasta que me quedé.
Dormida.
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