9 de mayo de 2013

Reflexiones vol. 5

No importa cuanto tardes en lograr tus metas, o los baches con los que tropieces durante el camino. Si al final de tu vida, puedes estar orgulloso de tus errores y de tus batallas ganadas, porque solo entonces sabrás que vale la pena respirar cada instante. 
Imagina que la vida es una larga autovía. Parezca lo que parezca y aunque en el viaje te acompañen muchas personas, el único que sabe conducir tu coche, eres tu. Quien lleva el volante, quien acelera, quien frena...En la vida cabe imaginar que a lo largo de tu vida, se subirán muchas personas, otras se bajarán..Pero cada una de ellas aportará una visión que podrás sopesar, aceptes o no.
Durante el camino hay cambios de sentido ¡miles! Por eso no te martirices cuando hayas cogido la salida equivocada o te hayas desviado de tu objetivo, hay miles de momentos para pedir perdón, para rectificar, para enmendar errores, para curar el daños que hemos causado...siempre hay una segunda oportunidad.
Puedes seguir un camino recto, y directo a lo que quieres, una meta clara, pero durante el trayecto se te presentaran alternativas, quizás una más buena que la anterior, o por el contrario dejarás marchar la oportunidad de tu vida. Es entonces cuando no debes olvidar, que el único que lleva el volante eres tu. Nadie más.
A veces te sentirás cansado, decepcionado, sentirás que tu alma roza los niveles más bajos, y que las sonrisas cuestan. Parece que la vida se torna de un gris ceniza. Cuando algo sale mal, cuando nos equivocamos, cuando alguien daña nuestro sistema operativo. No puedes olvidar que eres un ser humano, y que por mucho que lo intentemos no podemos ser ni Dios, ni un Superheroe... Por ello, durante el camino, puedes parar en un área de descanso, en una estación de servicio...Siempre puedes tomarte un descanso para volver a coger aire y seguir el largo camino.
Pero, amigo, nadie dijo que la vida fuera coser y cantar. Cuando menos te lo esperas aparece un peaje, en el que tienes que pagar un precio alto para seguir tu camino. Y es que si algo he aprendido en este corto camino que llevo ya andado, es que "el que quiere algo, algo le cuesta" Hablamos de horas de estudio, de trabajo, de decisiones, de viajes, de despedidas, de sudar lágrimas.

Sin embargo el humano, tiende a centrarse más en el final del viaje sin disfrutar cada km, cada día y cada año. Sin pararse a hablar con cada viajero...
Queremos correr cuando hay amapolas creciendo, queremos correr cuando hay niños gritando, queremos correr cuando somos débiles, queremos correr cuando el mundo está en llamas, queremos correr cuando algo va mal. Queremos correr y cerrar los ojos, como si así el camino mereciese más la pena. Queremos ser ciegos, mudos y sordos. Se nos ha olvidado eso de luchar por lo que es nuestro, lo que es eso de sentarse a ver crecer una flor. Se nos olvido aquello que era sonreír porque sí...sin que hubiese un motivo. El mundo, nuestro camino, está en crisis. Se nos olvida que el camino es una autovía y una carretera de paso, se nos olvida que nuestra vida es nuestra felicidad, y que al final se llega, pero lo que verdaderamente cuenta es lo que llevas detrás.

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