8 de mayo de 2012

Madre, no hay más que una.

Cuando eres un bebe, piensas que tu madre lo sabe todo, que conoce todo.
Qué tiene la solución a todos tus problemas, que con una caricia y un "sana sanita, colita de rana" todas las heridas cerrarán. Creemos tocar el cielo en el balancear del columpio, y que mamá siempre estará allí para vernos. Cuando tienes un par de años, en el mejor de los casos, creces al lado de tu madre, aprender los colores, los números, las primeras rabietas en el cole. Pero el mundo se reduce a su sonrisa.
Cuando no mides más de medio metro, ella es santo de tu devoción, ella es la mejor de todas las mamás.
Crecemos, vienen épocas revoltosas, mamá deja de saber todo, y empezamos a conocer el mundo, pasamos de los diez años, creyéndonos independientes, pero cuando hay problemas, sabemos volver a los brazos de mamá, y aunque poco a poco vamos probando el mundo, nuestro mundo se reduce a sus brazos.
Con el tiempo, los años, mamá se mantiene en el margen, queremos que esté ajena a nuestra vida, comenzamos ese duele interno en el que no entendemos a nuestra madre, la vemos como un enemigo, y no como nuestro mejor amigo, es así, ley de vida. Poco a poco el mundo nos va haciendo heridas, más y más fuertes, y es cuando nuestra personalidad empieza a tomar rumbo, aunque aún quedan muchas caídas, muchas batallas, y en el mejor de los casos muchos errores, que nos hacen aprender, sufrir y llegar a ser lo que somos en un futuro... Unos somos mejores, otros somos peores, pero siempre seremos único y especial a los ojos de nuestra mamá. Para ella seguimos siendo su mundo, aunque nos empeñemos en mantenerla lejos...
Años después, pasamos al otro lado del puente, aunque sigue habiendo grandes encuentros, volvemos a los brazos de mamá, escuchamos, y entendemos muchas cosas...En el fondo, seguimos deseando que nos cante "sana sanita colita de rana" y que el dolor de los errores se calme, que nos abrace...
Es cuando nos damos cuenta de que madre, solo hay una.

Yo tengo a mi madre, es morena y tiene una sonrisa preciosa. Y si aún se puede, hoy la quiero un poco más. Durante mi vida, he tenido muchos momentos buenos, buenísimos, malos y malísimos a su lado.
Me he creído la reina del mundo, dándome de bruces con el suelo.
Me he creído independiente a su amor, necesitando de sus besos hasta para respirar.
Me he creído hija de la nada, cuando en realidad no podía ser más igual a ella.
Nunca he entendido muchas de sus formas, pero me gustasen o no, son por lo que soy lo que soy, y aunque me queda mucho que aprender, mucho que descubrir, sé que madre solo hay una, y yo amo a la mía.
No voy a volver a juzgar sus gritos, sus castigos, sus maneras, porque ella me dio la vida, y eso es lo más grande que una persona, que una mujer puede dar. Y por ello estaré agradecida toda mi vida.

Hoy, me ha abrazado, me ha dado besos en la cabeza, me ha dicho entre sollozos, lágrimas y suspiros que confía en mi, que sabe lo que siento, que no tire mi vida por la borda, me ha dicho llorando que soy lo que más quiere. Me ha cogido de las manos, me ha tocado todos mis dedos, se ha quedado en silencio, pero se que estaba recordando la primera vez que tocó mis manos en el hospital, y se me ha caído el alma a los pies. Os juro que me he sentido amada, que me he sentido su hija. Su primera hija.
Y me he arrepentido de todas las cosas feas que he podido decir, hacer, incluso pensar.
Y es cuando he comprendido que madre solo hay una...
Y es cuando he comprendido que la lucha de hace unos años por alejarme de ella, fue inútil rebeldía de niña, porque ahora estoy más unida a ella, que nunca.
Qué ambas hemos cometido errores, y las formas no han sido las mejores durante muchos años...

Y es que ojala todo el dolor, todos los errores, todas las heridas abiertas, se curasen con "sana sanita colita de rana que si no se cura hoy, se curara mañana" Y que madre, solo hay una.

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